martes, 5 de febrero de 2013



MEDITAR EN SILENCIO. (Reflexiones en la explanada)
                El silencio es como una sombra que acompaña a todos los que viven en soledad, envueltos en brumas sentimentales, rodeados de añoranzas contemplativas, acompañados de recuerdos pretéritos, de reflexiones profundas, de recapitulaciones recónditas, de vivencias acaecidas en el lejano amanecer, de edulcuradoras  situaciones muy remotas. Por eso, en silencio se vuelve a vivir la vida que se vivió. Fantasías y realidades se aúnan formando un conglomerado difícil de explicar. El silencio se contrapone al olvido, porque nada se puede olvidar cuando nos hallamos envueltos en la nebulosa de un silencio profundo. Los recuerdos embaulados surgen de forma inopinada en busca de libertad, y los recordamos, por muy lejanos que se encuentren en el horizonte de la vida.
                En el silencio estremecedor de la noche, con calma y sosiego, dedico mi ocio, envuelto en soledad, para resaltar los recuerdos que pululan desordenadamente por mi cerebro. Así se me ofrecen, nítidos y resplandecientes, todos los andares realizados por los caminos tortuosos de la vida camuflados  de sueños encantadores, ahítos de nostalgias imperecederas, repletos de sensaciones añoradas. Ensimismado, me recreo en este quehacer delicioso envuelto en soledad, con entera libertad, sin molestar a nadie y sin que nadie me moleste, hasta que la realidad vuelve a hacerse evidente. Entonces, desaparecido el letargo, asoma el presente, real y evidente, en el que aparezco convertido en lo que ahora soy, un ser ataráxico, invalidado y sin esperanzas.  
                Así lo ha dejado escrito A. Llamas Palacios: “La verdad de uno mismo sólo se percibe en el silencio”.
                Y la escritora extremeña Eva Felipe con este mensaje categórico: “Difícilmente puede contactar con el mundo sensible quien nunca conoció el lenguaje del silencio”.
                El silencio, siempre perturbador,  nos impide olvidar. Siempre alentador, nos hace recordar. Por eso, en silencio recuerdo toda la verdad de mi vida. Me hace ser protagonista de mi existencia. Me hace saber quién soy y quién he sido. Me hace saber lo que soy. El silencio, pues,  representa la palabra de mi memoria.
                Verdaderamente, resulta hermoso soñar en silencio. Para resisar pausadamente el pasado. Para resaltar todos los enigmas sentidos. Para disfrutar de los recuerdos gratificantes. Para volver a tener presentes todas las inquietudes padecidas. En definitiva, para volver a conocer, en ocasiones angustiado, la vida, mi vida, fragmentada en momentos.
                En silencio, se sueña. Y la imaginación se reactiva. Por eso, en este momento, recuerdo esta máxima de Jacinto Benavente: “Nada fortifica tanto las almas como el silencio”.
                En silencio, se habla sin hablar. En silencio, se dice sin decir. En silencio, se siente sin sentir. En silencio, habla la imaginación.
                En silencio,  se recuerdan los misterios más íntimos y profundos, pero no se dan a conocer.

sábado, 27 de octubre de 2012



MES DE DIFUNTOS:            
Así se le llamaba en Fuentes al mes de Noviembre pues este era  dedicado total y exclusiva-mente  a nuestros fallecidos.
Empezaré diciendo que en todos los hogares se encendía una lamparilla que ardía de forma constante desde el día uno hasta el treinta de dicho mes, ambos inclusive. Esa lamparilla consistía en un redondel de cartulina del tamaño aproximado a los 20 céntimos de Euros actuales, la misma tenía un agujero central en el que se insertaba una especie de mecha de un centímetro y medio de largo y doblada en su parte inferior a fin de sostener un pequeño corcho de diámetro igual, o quizás algo menor,  a la cartulina. Todo este conjunto se echaba a flotar en un vaso lleno por mitades de agua y aceite  el cual le servía de combustible y era rellenado a medida que se consumía.-
Dicha lamparilla  se colocaba  en el dormitorio encima de las arcas  (antes no había roperos)  y era rodeada por estampas de las diversas imágenes según la advocación pretendida o el fervor de la familia a  cada una de ellas, pero desde luego su número no era inferior a una docena.
Al mismo tiempo las campanas de la torre doblaban a muertos ininterrumpidamente desde la hora de ánimas, o sea,  desde que el día oscurecía y hasta que el siguiente amanecía, así que toda la noche oyendo aquel doblar fúnebre. Digamos que a las personas encargadas de hacer este redoble por nuestros “Fieles Difuntos”  les recompensaba el pueblo en dinero y en especie, cada cual contribuía del modo que buenamente podía, para ello la última semana de Octubre estas personas paseaban por todo el pueblo un cesto, para pedir la llamada “chaquetía” llegándose con él a todas y cada una de las casas. Cada familia daba sin mezquindad y con la largueza que sus escasas  posibilidades económicas les permitían, así que mayoritariamente membrillos, granadas, racimos de uvas de cuelga,  melones y sandías de invierno,  y también higos pasados eran precipitados al fondo del cesto, algún  dinero, pero creo que pocos dada las extrema escasez del momento.
Para que se hagáis una idea de conjunto de todo aquello, especialmente para el que no lo vivió, ya que aún no había nacido, podéis figuraos noches  de lluvia y viento con las calles oscuras como boca de lobo, sin luz, ya que los apagones en estas fechas eran normales y continuados; en casa, alumbrados con la llama de la candela o de un candil  daban sombras fantasmagóricas  y en el dormitorio cada noche esa lamparilla rodeada de imágenes que nos recordaba continuamente que estábamos en el “Mes de Difuntos” y por tanto de las Animas del Purgatorio.
Dios las tenga en su gloria y les haya dado a cada una su merecido descanso eterno pero a nosotros, los niños de la época,  el miedo,  y el respeto  a todo aquello, nos sobrecogía el corazón por cuanto no podía ser más triste, serio,   melancólico y lúgubre.
Modernamente hemos importado eso de Halloween. Pero yo creo que nadie de fuera ha inventado nada que pueda ser comparable a lo nuestro. El sentido de uno y otro es totalmente distinto.
Como tantas otras cosas así lo viví y así trato de contároslo hoy. Tal cual.-
Bueno, menos mal que al mes siguiente era la Navidad la que era recibida por todos con alborozo e indescriptible alegría. Días de pollo en salsa y arroz con leche. Ya  contaba otro día cómo se celebraban esas fechas tan entrañables y  familiares en nuestro pueblo.
Saludos.-
Ignacio Nuñez Ventura

domingo, 23 de septiembre de 2012



Toda una ciudad dentro de otra ciudad sin poder ser disfrutada públicamente:
 
Un hotel privatiza 18000 m2, 32 patios, 23 palacios y corralas, calles, plazas, restos romanos... de la judería sevillana, junto al barrio de Santa Cruz. Lo sabias?

jueves, 9 de agosto de 2012

RECUERDOS Y VIVENCIAS


POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS:

Es el título de la obra escrita por Ernest Hemingway, publicada en 1940 y su trama se desarrolla en España durante la guerra civil.

Este título me hace recordar aquellos años de la primera década de los cincuenta cuando las campanas de la torre de nuestro pueblo tocaban para anunciar el fallecimiento de alguna persona.

 Pues bien, cuando este hecho acontecía  el redoble fúnebre de las campanas era oído por la totalidad del pueblo y, lo más inmediato, era esperar al número de toques dobles finales que marcarían si la persona difunta se trataba de mujer u hombre.

 Quiero recordar que de ser mujer el número de campanadas dobles era el de diez y si se trataba de un hombre eran doce. Hasta aquí todo bien pero, de quien se trataba la persona fallecida?

Era toda una incertidumbre, así que  a esperar  a alguien, cualquiera, que pasara por nuestra calle y nos informara de quién se trataba, si lo sabía la preguntada aún no quedaba la información al detalle, porque, que edad tenía la o el finado?.  Ahhhhh…. Así que a continuación seguía… y, que edad  tenía?    (si era varón, fumaba?)  dado el caso que tuviese 60 años o más, ya la preguntante quedaba totalmente satisfecha con la información recibida.. así que la exclamación  más coherente  era:   ¡!!!Ah bueno!!!; cómo queriendo decir “ya vivió bastante”, la lógica era aplastante por cuanto la esperanza de vida en aquellos tiempos era la de 60 años y muy poquitos más.-

Afectuosos saludos.-

lunes, 30 de julio de 2012

COSAS DE CRIOS:


RELATOS DEL PASADO:

Antiguamente, no sé ahora, era muy cotidiano y admitido en el pueblo  la frase de “señorito” para nombrar a los llamados “ricos” y también a sus señores hijos;  días pasados tuve ocasión de leer en la página de Fuentes algún comentario al respecto  de esta palabra y  me recordó algo que  me marcó bastante  y que no se me olvida a pesar de los años transcurridos.

Yo  nací y me crié en Fuentes de León (Badajoz), como ya he dicho muchas veces,  y recién cumplidos los 17 años me marché de aquel bonito pueblo serrano, como tantos otros,  para realizar mi particular diáspora (esto fue en el año 1960) ¡!cómo pasa el tiempo!!, o nosotros, porque parece ser que el tiempo permanece  ahí, impertérrito, indomable, estático,  si miro atrás, ya pasaron 52 años de aquello,  me dan  ganas de reclamar a alguien ese tan dilatado espacio de tiempo ido sin yo darme ni  siquiera cuenta pero, a quien o quienes reclamo ¿…? Lo cierto es que estamos aquí porque otros estuvieron antes. Y otros estarán después, cuando nosotros ya aquí no estemos.
 
Los años finales de mi escolarización, esto es, a los 10, 11 y 12 años estuve en la escuela de D. Pablo situada en la Calle Frasca la Gorda, (así se le conocía popularmente y por vivir en ella esta señora metida en carnes y con un genio endiablado, terrorífico) hoy no sé cómo se llamará, (tal vez constitución?) pero para situaros os diré que en ese salón donde estaba la escuela se construyó recientemente una casa donde viven en la actualidad   José Angel Pla y Eva Trigo (la  casa de los Pérez)       Yo, como queda dicho, estuve allí hasta los 12 años que normalmente  era la edad máxima para estar en la escuela.-

Recuerdo que teníamos colegio mañanas y tardes, pues bien, en el tiempo que mediaba entre la mañana y la tarde, y después de comer en casa, corríamos a todo meter para la plaza y así disponíamos de un rato para ver cómo   estos  “señoritos”,  hijos,  evolucionaban  en sus bicicletas haciendo toda las clases de piruetas de que eran capaces, ya que ellos sí que eran pequeños pero no tontos y se daban perfecta cuenta de que nosotros estábamos mirándolos comiéndonos por dentro de envidia y sin poder acceder a las bicis ya que nuestros padres no podían comprárnosla.-
Que feliz me hubiera sentido si uno de estos pequeños diablos me hubiera invitado a dar unas vueltas en su bici; pero no, nunca ocurrió así.-

Bueno, os contaré una pequeña maldad: y era que nosotros  deseábamos  con todas las fuerzas de que eran capaces nuestros infantiles corazones  de que estos diabólicos renacuajos dieran con sus cuerpos en el suelo, se cayeran,  y por lo menos se rompiesen algunas de sus costillas, un brazo o una pierna, para desquitarnos, se lo merecían,  pero ¡!que fatalidad!!  Nunca ocurrió.-

Ignacio Nuñez Ventura

martes, 17 de julio de 2012

MEDITAR EN SILENCIO

      En silencio vivimos la soledad de la vida. Es una forma de vivir, la más adecuada cuando han  pasado muchos años de la vida de quien la disfruta. Porque esa soledad  silenciosa es la más adecuada cuando la vida  sólo es contemplativa. Porque en silencio de la soledad podemos volver a ser partícipes de aquella  juventud lejana, al reaparecer en nuestra imaginación como un suspiro de realidad.  Nos propicia la posibilidad de soñar, sin estar soñando, o lo que es lo mismo, soñar estando despierto. Vivencias de un tiempo pasado transportándolo al más riguroso presente. Por todo ello, siempre es bueno y  aleccionador recordar.  Porque del pasado siempre nos llega un rumor, un susurro lejano, melancólico y soñador como un perfume de esperanza.

      Quizás, por ello,  el escritor francés Honorato de Balzac nos ha legado el siguiente mensaje: "El silencio es una de las formas del infinito". Y también debemos a Federico García Lorca el siguiente aserto: "El silencio profundo de la vida en la tierra nos lo enseña la rosa, abierta en el rosal".

      En el más profundo silencio, en el amanecer de cada día, escuchando el melodioso cantar de los pajarillos, es cuando mejor se recuerda esa primavera de la vida que es la juventud. Yo la recuerdo muchas veces cuando la disfrutaba en Fuentes de León, pueblo extremeño en donde nací y que nunca he podido olvidar.  Siempre, Fuentes de León,  estará presente en mi corazón con vivencias infantiles y juveniles inolvidables, por algo es mi pueblo natal del que nunca he renunciado ni renunciaré.  Sí, es mi pueblo, yacimiento inagotable de sentimientos, de  primeros amores y de impresiones alucinadoras.


     Los recuerdos de los años pasados  nos llegan  con la fuerza de las olas embravecidas del mar  y nos invaden, nos acarician  suavemente,  con levedad, y entonces lo que sentimos en silencio es la nostalgia. "esa tenaz mariposa que constantemente revolotea por todo nuestro ser".

     

domingo, 17 de junio de 2012


LAS CEREZAS DEL CURA JARAMILLO        

(Ignacio Nuñez Ventura)

Anterior a nuestro antiguo y querido cura párroco D. José Tesoro Díaz, hubo otro al que llamábamos el Padre Jaramillo, al morir éste fue cuando vino su sustituto D. José Tesoro.

El Cura Jaramillo vivía en la C/ Monturio pero aquí arriba junto al llanete, yo creo que era la segunda casa después de la de esquina con la C/ Nueva. De todas formas esta casa del cura era la que daba acceso al cortinal, este era un gran corral que llegaba hasta los pelambres.

Este Sr. Tenía por costumbre diaria y mañanera ir a la “Huerta de D. Paco”  que es la finca que aún existe a la izquierda del camino que va a verdelajara, que a la derecha está “La Nogalera” y en medio de las dos, en el camino, en su parte derecha, está el pozo que dio agua potable durante largo tiempo  a todo el pueblo.

En esa huerta había cantidad de árboles frutales y entre ellos unos cerezos que daban una fruta deliciosa. Así que cuando era el tiempo de ellas, venía el Cura Jaramillo con los bolsillos de la sotana bien llenos de aquella suculenta mercancía que era repartida por él   entre todos los niños del contorno, y durante todos los días del verano. Es  de suponer que como en aquella fecha muy poquita fruta se comía en casa y menos las cerezas que eran muy escasas, los niños con gran alborozo esperáramos al cura  que cada día  hacía su aparición por la esquina  con sus bolsillos repletos de aquellas delicias  de sabor tan rico y que considerábamos así como si fuese el “Maná”  que según el libro del Éxodo era enviado por Dios al pueblo de Israel durante la travesía del desierto.

Que poquita cosa era y que fácil de satisfacer esas necesidades de la época.