lunes, 30 de julio de 2012

COSAS DE CRIOS:


RELATOS DEL PASADO:

Antiguamente, no sé ahora, era muy cotidiano y admitido en el pueblo  la frase de “señorito” para nombrar a los llamados “ricos” y también a sus señores hijos;  días pasados tuve ocasión de leer en la página de Fuentes algún comentario al respecto  de esta palabra y  me recordó algo que  me marcó bastante  y que no se me olvida a pesar de los años transcurridos.

Yo  nací y me crié en Fuentes de León (Badajoz), como ya he dicho muchas veces,  y recién cumplidos los 17 años me marché de aquel bonito pueblo serrano, como tantos otros,  para realizar mi particular diáspora (esto fue en el año 1960) ¡!cómo pasa el tiempo!!, o nosotros, porque parece ser que el tiempo permanece  ahí, impertérrito, indomable, estático,  si miro atrás, ya pasaron 52 años de aquello,  me dan  ganas de reclamar a alguien ese tan dilatado espacio de tiempo ido sin yo darme ni  siquiera cuenta pero, a quien o quienes reclamo ¿…? Lo cierto es que estamos aquí porque otros estuvieron antes. Y otros estarán después, cuando nosotros ya aquí no estemos.
 
Los años finales de mi escolarización, esto es, a los 10, 11 y 12 años estuve en la escuela de D. Pablo situada en la Calle Frasca la Gorda, (así se le conocía popularmente y por vivir en ella esta señora metida en carnes y con un genio endiablado, terrorífico) hoy no sé cómo se llamará, (tal vez constitución?) pero para situaros os diré que en ese salón donde estaba la escuela se construyó recientemente una casa donde viven en la actualidad   José Angel Pla y Eva Trigo (la  casa de los Pérez)       Yo, como queda dicho, estuve allí hasta los 12 años que normalmente  era la edad máxima para estar en la escuela.-

Recuerdo que teníamos colegio mañanas y tardes, pues bien, en el tiempo que mediaba entre la mañana y la tarde, y después de comer en casa, corríamos a todo meter para la plaza y así disponíamos de un rato para ver cómo   estos  “señoritos”,  hijos,  evolucionaban  en sus bicicletas haciendo toda las clases de piruetas de que eran capaces, ya que ellos sí que eran pequeños pero no tontos y se daban perfecta cuenta de que nosotros estábamos mirándolos comiéndonos por dentro de envidia y sin poder acceder a las bicis ya que nuestros padres no podían comprárnosla.-
Que feliz me hubiera sentido si uno de estos pequeños diablos me hubiera invitado a dar unas vueltas en su bici; pero no, nunca ocurrió así.-

Bueno, os contaré una pequeña maldad: y era que nosotros  deseábamos  con todas las fuerzas de que eran capaces nuestros infantiles corazones  de que estos diabólicos renacuajos dieran con sus cuerpos en el suelo, se cayeran,  y por lo menos se rompiesen algunas de sus costillas, un brazo o una pierna, para desquitarnos, se lo merecían,  pero ¡!que fatalidad!!  Nunca ocurrió.-

Ignacio Nuñez Ventura

martes, 17 de julio de 2012

MEDITAR EN SILENCIO

      En silencio vivimos la soledad de la vida. Es una forma de vivir, la más adecuada cuando han  pasado muchos años de la vida de quien la disfruta. Porque esa soledad  silenciosa es la más adecuada cuando la vida  sólo es contemplativa. Porque en silencio de la soledad podemos volver a ser partícipes de aquella  juventud lejana, al reaparecer en nuestra imaginación como un suspiro de realidad.  Nos propicia la posibilidad de soñar, sin estar soñando, o lo que es lo mismo, soñar estando despierto. Vivencias de un tiempo pasado transportándolo al más riguroso presente. Por todo ello, siempre es bueno y  aleccionador recordar.  Porque del pasado siempre nos llega un rumor, un susurro lejano, melancólico y soñador como un perfume de esperanza.

      Quizás, por ello,  el escritor francés Honorato de Balzac nos ha legado el siguiente mensaje: "El silencio es una de las formas del infinito". Y también debemos a Federico García Lorca el siguiente aserto: "El silencio profundo de la vida en la tierra nos lo enseña la rosa, abierta en el rosal".

      En el más profundo silencio, en el amanecer de cada día, escuchando el melodioso cantar de los pajarillos, es cuando mejor se recuerda esa primavera de la vida que es la juventud. Yo la recuerdo muchas veces cuando la disfrutaba en Fuentes de León, pueblo extremeño en donde nací y que nunca he podido olvidar.  Siempre, Fuentes de León,  estará presente en mi corazón con vivencias infantiles y juveniles inolvidables, por algo es mi pueblo natal del que nunca he renunciado ni renunciaré.  Sí, es mi pueblo, yacimiento inagotable de sentimientos, de  primeros amores y de impresiones alucinadoras.


     Los recuerdos de los años pasados  nos llegan  con la fuerza de las olas embravecidas del mar  y nos invaden, nos acarician  suavemente,  con levedad, y entonces lo que sentimos en silencio es la nostalgia. "esa tenaz mariposa que constantemente revolotea por todo nuestro ser".