lunes, 27 de febrero de 2012

EVOCACION DEL COLE.

(Relato de Ignacio Nuñez Ventura)

Mantequilla:  Lunes, miércoles y viernes.
Queso:  Martes, jueves y sábados.
Leche:  Diaria de lunes a sábado.

Esta historia la contaré tal y como yo alcancé a vivirla y con una mentalidad propia de un niño de pueblo con diez años de edad. El que quiera saber realmente el por qué y el cómo, le recomiendo lea la obra, muy documentada, del Catedrático de Historia de la Universidad de Alicante, Dr. Carlos Barciela López,  titulada  “La Ayuda Americana a España (1953-1963)  Editada por la Universidad de Alicante en el año 2000.
En ella podréis saber en qué consistió el “Pacto de Madrid” firmado entre España y EEUU. el 26/09/1953 así como, posteriormente, la llamada “Enmienda McCarran”

Comenzaré cuando mi maestro D. Pablo Martínez mandó traer a  su escuela un cubo de chapa, un cántaro de barro para agua y un largo palo de madera confeccionado por el Sr. Constancio el carpintero. Que misterioso todo!!! para qué querríamos en la escuela todos aquellos instrumentos o cacharros? D. Pablo aquel día nó nos dijo nada, solo que tuviéramos mucho cuidado de no romper el cántaro que nos tendría que ser de mucha utilidad y para mucho tiempo. Pasaron unos días cuando vinieron unos hombres y descargaron una serie de latas cilíndricas, más unos recipientes, también  de esa forma geométrica pero de papel prensado, materiales, por otra parte, nunca vistos por nosotros. Las latas eran  de latón color dorado con unas letras impresas en negro pero de unas formas desconocidas y con leyendas incompresibles que hablaban de ayuda al pueblo español etc. etc., y en el centro, también en negro, dos  manos  estrechándose y al fondo de estas manos podía verse una bandera con muchas estrellas, que luego nos explicaron era la bandera de los Estados Unidos de Norteamérica.
Exactamente la mitad de las latas contenían mantequilla y la otra mitad queso. Y el recipiente de cartón (bastante más grande que las latas)  contenía leche en polvo.
Aquel mismo día D. Pablo nos dijo: para el próximo día de escuela os quiero ver a todos con una latita de asa que traeréis de vuestras casas y también una rebanada de pan.

Así que ese tan ansiado día que fue el siguiente al día de la llegada a nuestra escuela de todo este cargamento, vino a visitarnos un  hombre que hacía de recadero ocasional en el Ayuntamiento y al que todo el  pueblo conocía por “Currito”, (quizás sería porque se llamara Francisco). Este Sr. Currito se marchó llevándose al hombro el cántaro y al rato se presentó con él lleno a rebosar de agua. D. Pablo echó seis ú ocho litros de ese líquido en el cubo de chapa, destapó el recipiente de papel prensado y llenó unas cuantas medidas de leche en polvo las mismas que vació seguido en el agua del cubo al tiempo que entregó a uno de nosotros el palo de madera y nos recomendó: remover con energía y rapidez. La verdad que así tuvo que ser ya que ese condenado polvo americano  se resistía tanto a ser disuelto que se formaban unos grumos que no éramos capaces de disolver por mucho entusiasmo que le echáramos a la faena. Así que la leche estuvo lista por fin, le tocó el turno a la apertura de una lata de mantequilla, a cada niño una porción de la misma en su rebanada de pan. Así que era lunes, para el día siguiente, martes, le tocó el turno al queso y las mismas operaciones y ceremonial que el día anterior, lunes.

En nuestro pueblo, por aquellas fechas, y a pesar de todo, no creo que hubiese verdadera hambre física hasta el punto de irse a la cama sin cenar por no tener algo que llevarse a la boca, pero sí carencias de todo tipo y necesidad de muchas cosas, entre ellas de alimentos que hoy consideraríamos de primera necesidad o básicos (huevos, carne, pescado, leche, fruta y otros)  se comían, sí pero digamos,  de forma muy precaria  y dependiendo de la temporada  estacional anual con  respecto al alimento.

Así que esta “Leche Americana” con su mantequilla y su queso, fueron  unas exquisiteces dignas de paladares de dioses. Por lo que cada clase diaria se convertía en un verdadero festín para los niños a la hora del reparto. Pensábamos: que pena de aquellos compañeros de clase que principalmente en épocas de apañijos faltaban por temporadas a la escuela y que no podían degustar de aquellas delicatessen.

En esas tales temporadas, solo quedábamos en la escuela así como 10/12 niños, por lo que la dotación de leche, mantequilla y queso (que era para unos 25/30  por aula) se convertía en el cuerno de la abundancia y una verdadera orgía para los que quedábamos, de tal modo que llegó el caso de aborrecer  al queso que, en mi caso, por el solo hecho de olerlo ya me producía levantamiento de estómago.
Para los que no vivieron aquellas historias lácteas/escolares, diré que la leche en polvo existe hoy en cualquier hiper y envasada, creo, en latas de 500 gramos. El queso era similar al que ahora se le denomina “de bola” aunque aquel era así como más concentrado y de sabor más fuerte. En cuanto a la mantequilla era de sabor y color parecido a la que ahora nos llega de Holanda y que, hace unos años la pasábamos desde el Peñón de Gibraltar,  la americana también era más fuerte de sabor.-


domingo, 26 de febrero de 2012

UN ANTES Y U N DESPUÉS EN FUENTES DE LEON.

          Hoy contaré otra bonita historia que ocurría en Fuentes allá por la segunda mitad de los años 50.  Antes deseo situaros en la escena:  para ello quiero que entréis en la Web http://www.fuentesdeleon.net/ en el álbum de fotos, precisamente en las  “nostálgicas”, ahí encontrareis a dos jóvenes y bellas señoritas fotografiadas en la carretera que va a Segura y a la altura del cebadero de Cárdeno y que se ve, al fondo, la capillita. Si os dais cuenta están vestidas al uso de la época, estos eran los trajes de domingo, (todo honestidad y recato) largo hasta los tobillos,  escote ajustado, mangas hasta  las muñecas y  que solo  dejan  ver las manos. Bueno,  una vez situados,  sigo con mi historia.
          Nuestro pueblo por aquella época estaba totalmente aislado, ello era debido a  que no está situado en el camino de ninguna ruta, principalmente por ser el último de la provincia, no era camino de paso a ninguna parte ni tampoco poseía ferrocarril  como Cumbres. No había autobús de pasajeros para unirnos a Segura  que sí estaba en la ruta, (sólo uno, “El Correo”) pero este no era coincidente en su horario para el enlace Zafra u Oliva/Sevilla ni tampoco dirección Badajoz. No había prensa (solo la del casino de los socios de la calle fina). No había radio (posiblemente un 1% de las casas lo tendrían). No había teléfono (solo era utilizable  una central telefónica regentada por la familia Moya/Cobos. Naturalmente no había televisión. No había luz eléctrica (solo una bombilla o dos en cada casa) y solo lucían durante la noche, digamos que desde la puesta del sol hasta la salida de éste. Aunque  con mucha frecuencia  había apagón debido a sobrecarga de la  red, al viento, a la lluvia etc. etc. y entonces tardaba en haberla así como una semana. No había agua corriente en las casas. No había, salvo excepciones,  alcantarillado. No habían cuartos de baño ni aseo. De tal forma que un día una  pareja preparaba su casa para casarse y llegó a conocimiento de algunas gentes que esta pareja hacía en ese su futuro hogar  un cuarto de baño, y se corrió el rumor, así que en un grupo de mujeres que comentaban el inaudito caso se oyó a una de ellas que argumentó: “Y para que coño quiere esa joía tonta un cuarto de baño?” (sin comentarios).  Sólo habían así como tres coches, dos camiones  (uno llamado “el viento”)  no sé por qué,  y una moto Guzzi que era de Morales el practicante, por cierto,  que era tan extraordinario lo de la moto en el pueblo, que los chiquillos  le hicimos una copla a la moto… y que comenzaba así: “La moto de Morales es el terror de los zagales….”

    Podéis fácilmente suponer que  aquel forzado aislamiento representaba una imaginable pero férrea  e infranqueable muralla por la cual era imposible se filtrara absolutamente nada de las innovaciones y movimientos  de todo orden que, a pesar de todos los pesares, y por mor 
de la evolución propia de la vida,  ya se iban  produciendo  en nuestra querida España, principalmente en los grandes núcleos de población.

          Tocante a la juventud, y debido a este aislamiento, no  llegaba ninguna moda proveniente del exterior. Ni en las formas de vestir, ni en el comportamiento  y relación entre jóvenes hembra/varón.- (por esto os decía vierais lo de la foto de las dos lindas  jóvenes)  muy representativas de lo que quiero decir.
Los domingos había baile (en los altos del casino del seño Paco Posada) que era la casa de frente del Acuario  (esta casa  albergó posteriormente la “Academia Marcelino Tena” entre los años 1963 y 1973) según puede leerse en una placa conmemorativa situada en su fachada.-

          Pues bien, aunque el baile era “agarrao”, lo frecuente y honesto era que siempre hubiese  una sutil separación  entre la pareja que bailaba, esto creo que era más bien por evitar habladurías y prevenir el  “que dirán”; ya que si de ahí  llegase a  madurar un noviazgo  y esta relación se rompiera, pues a esta joven ya le sería muy difícil le saliese otro
novio, ya que las habladurías quedaban ahí presentes y pegadas como el sello a una carta (como vulgarmente se decía: se quedaba para vestir santos)  la música bailable que se ponía eran de los cantantes Nat King Cole –en español- Antonio Machín, pasodobles, y las grandes orquestas de Pool Muriat , Mantovani y otros,  con sus mambos,  cha-cha-chás y otras del momento (todo en discos de vinilo)

          Los acercamientos entre parejas se hacían en el banderín de enganche, esto es, la calle que va desde la plaza al altozano, para lograr un paseo con la niña de tus preferencias no queráis ver la cantidad de recursos de que tenía que valerse el chaval pretendiente, yo creo que en un 98% quedaba la cosa en fracaso o calabazas.

        Bueno, esta situación tendría un día que cambiar pero,   ¡!cómo?  Ya habéis leído de qué forma estaba montada la sociedad del momento, y la dificultad que suponía importar novedades de fuera principalmente debido al aislamiento de que antes os hablo. Era así como una botella  de cava a
punto de salirle disparado el tapón, sólo había que darle el definitivo empujoncito y  saldría en ebullición todo aquel líquido comprimido  y reprimido durante tanto tiempo … 

          Y como en los cuentos de adas, esa explosión se produjo de una manera imparable y de  la forma más sencilla, inesperada e imprevista, pero con una fuerza tan vital y arrolladora que a partir de entonces todo cambió sin temor a ser anatematizado  por nadie.
Fue el caso que a nuestro pueblo llegó un señor que se hizo cargo de la secretaría del Juzgado de Paz “el Sr. Secretario”, no recuerdo su procedencia, pero sí que con él trajo a su familia: Dos preciosísimas hijas en edad de merecer y a las que popularmente se las llamaba “las secretarias”. Estas bellezas (ambas dos)  y empezando de sus cabezas y hasta los pies, vestían de la siguiente manera. Cabellos rubios, no sé si naturales o de bote, muy bien cuidado, así como de peluquería. Rostros  esmeradamente maquillados: rimel en las pestañas, cejas muy bien depiladas y perfiladas, ojos sombreados y achinados, pómulos coloreados. En cuanto a sus formas de vestir podéis imaginaros que era acorde con todo el conjunto, escote algo generoso, cintura estrecha y largo de falda así como una cuarta por debajo de las rodillas,  zapatos de tacón alto que les daban un porte grácil y esbelto en sus maneras de andar. Con ellas llegó al pueblo esa revolución tan necesaria y aperturista que cambió los moldes habidos hasta el momento  entre la juventud. No creáis que pasara del  negro al blanco o de un extremo a otro de una sola tacada, pero sí cambiaron muchas cosas y todas para bien:  Las formas de comporta-miento en el baile, en el paseo,  en el vestir, en el arreglarse, en  los gestos y en todo aquello que soltara el pedal de aquel freno  oprimido  durante tanto tiempo y que con la
llegada de estas chicas al pueblo,  resultó la liberación. Ellas trajeron la innovación  de todas aquellas cosas que en Fuentes no se habían puesto en práctica por la falta de conocimiento de que las mismas existieran. Ellas
fueron las precursoras de poner a Fuentes a la moda del momento así como la preparación del camino a los tiempos que se avecinaban, creando  las condiciones necesarias para  dar el paso de gigante al cambio que se nos venía encima,  y que este no era otro que el regreso, ya en la década de los 60, de aquella juventud emigrante, que en un principio fue desde Barcelona y algunos desde Sevilla (como fue mi caso)  y otras ciudades españolas que venían a pasar sus vacaciones en el pueblo, luego más tarde sería desde Alemania, Suiza, Bélgica, Holanda etc. etc.  ellos  traían ya 
grabadas en sus retinas otras formas de vivir y que se fue aceptando y copiando aquí en nuestro pueblo, ya las parejas paseaban cogidos de la mano o pasado el brazo por el hombro, así como los más osados, también por la cintura. Este cambio, unido a la llegada de la TV en el 1961 fue el espaldarazo  que ayudó para poner al día y sacar a la juventud del momento de aquel marasmo en que se hallaba sumida.

          El resto ya es más sabido por todos y en adelante ya tampoco pude vivir yo la experiencia de los futuros cambios. Yo marché del pueblo en el 1960 y aunque seguí yendo, principalmente en los veranos, rompí definitivamente mis vínculos afectivos e íntimos   exactamente en el año 1967, que coincidió con  un episodio  muy personal, fue una ruptura  que influiría muy mucho en mi vida futura, la cual tuvo que dar un cambio radical y que duraría hasta siempre;  por ello podría aplicárseme, a partir de ese preciso momento, aquella célebre frase dicha por Julio Cesar al paso  del río Rubicón  “Alea iacta est” (la suerte está echada)

viernes, 24 de febrero de 2012

POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS.


Es el título de la obra escrita por Ernest Hemingway, publicada en 1940 y su trama se desarrolla en España durante la guerra civil.
Este título me hace recordar aquellos años de la primera década de los cincuenta cuando las campanas de la torre de nuestro pueblo tocaban para anunciar el fallecimiento de alguna persona. Pues bien, cuando este hecho acontecía  este redoble fúnebre de las campanas era oído por la totalidad del pueblo y, lo más inmediato, era esperar al número de toques dobles finales que marcarían si la persona difunta se trataba de mujer u hombre.  Quiero recordar que de ser mujer el número de campanadas dobles era el de diez y si se trataba de un hombre eran doce. Hasta aquí todo bien pero, de quien se trataba la persona fallecida?
Era toda una incertidumbre, así que  a esperar  a alguien, cualquiera, que, como transeunte, pasara por nuestra calle y nos informara de quién se trataba, si lo sabía la persona preguntada aún no quedaba la información al detalle, porque, que edad tenía la o el finado?.  Ahhhhh…. Así que a continuación seguía… y, que edad  tenía?    (si era varón), fumaba? dado el caso que tuviese 60 años o más, ya la preguntante quedaba totalmente satisfecha con la información recibida.. así que la exclamación  lógica era:   ¡!!!Ah bueno!!!; cómo queriendo decir “ya vivió bastante”, la lógica era aplastante por cuanto la esperanza de vida en aquellos tiempos era la de 60 años y muy poquitos más.-

Ignacio Núñez Ventura